Fue tal la voluntad y el empeño que pusieron el matrimonio en la construcción del teatro que lograron del núcleo más prestigioso de las sociedades de Buenos Aires y España el aporte moral, material y financiero para la construcción del mismo. El rey Alfonso XIII comprometió su participación y logró de varias ciudades de España la provisión de "arts and craft" por parte de éstas; de Valencia, azulejos y damascos; de Tarragona, las losetas rojas para el piso; de Ronda, las puertas de los palcos copiadas de una vieja sacristía; de Sevilla, las butacas del patio, bargueños, espejos, bancos, rejas, herrajes, azulejos; de Lucena, candiles, lámparas, faroles; de Barcelona, la pintura al fresco para el techo del teatro, de Madrid, los cortinados, tapices y el telón de boca, una verdadera obra de tapicería que representaba el escudo de armas de la ciudad de Buenos Aires bordado en seda y oro. A pedido del rey los barcos cargueros que venían a la Argentina debían transportar éstos objetos. La fachada que reproduce la Universidad de Alcalé de Henares es de estilo Renacentista y sus columnas y ornatos son Platerescas.
El Teatro Nacional Cervantes es un buen ejemplo del impulso privado y la sinergia que puede lograr en la sociedad cuando logra transmitir una visión, una misión y un objetivo de trascendencia.
Es otro de los edificios patrimoniales de la ciudad de Buenos Aires realizados por las generaciones de fin del siglo XIX y principios del XX. El Teatro nacional Cervantes fue inaugurado el 5 de septiembre de 1921. Su construcción fue encomendada por el matrimonio español de la actriz María Guerrero y su esposo Fernando Diaz de Mendoza, comprometiendo en su emprendimiento toda su voluntad, su empeño, y su patrimonio. El proyecto fue encargado en 1918 a los arquitectos Aranda y Repetto y la supervisión, la corrección y muchas de las modificaciones fueron realizadas personalmente por María Guerrero.